Obra de Rocío Tisera

martes, diciembre 30

Agua


En una ocasión, mi hija, por entonces de cinco años, me dijo entusiasmada “¡Papá, no trabajes más y quedate en casa!”. Yo, de una manera simple, le comenté porque no podía dejar de trabajar y a su vez, como sentía curiosidad por su inquietud, le hice una pregunta “¿Y de dónde vamos a sacar dinero para vivir?”. Ella me respondió “¿Y de dónde va a ser? ¡Del cajero, papá!”. Ahí recién comprendí que ella creía que el cajero automático te daba plata porque si nomás, de buenos que eran los del banco, y no que esa plata era la que me habían pagado por mi trabajo… ¡Ja!
Bueno, algo parecido sucede con toda esa gente que malgasta inconscientemente el agua. Porque en esta sociedad que vivimos el derroche es impresionante. Y si llegas explicarle a alguien que el líquido elemento se está acabando, que las napas subterráneas se están secando, que los ríos ya están bastante contaminados y luego le preguntas a ese alguien de donde vamos a sacar agua potable en un futuro cercano, el te va a responder “¡Del pico de la canilla! ¡Del grifo! ¡De donde mierda sino…!”
Quizás los niños terminan comprendiendo las explicaciones de manera más rápida y fácil que muchos de los os. Ojalá que ellos nunca pierdan sus inquietudes y el entusiasmo, y puedan cuidar los recursos naturales de manera más eficaz que nosotros, antes de que se nos haga demasiado tarde…

lunes, diciembre 29

Aburrido


Este paradójico mundo está habitado por millones de personas que muchas veces se aburren, se hastían, se deprimen. Algunas intentan solucionar esta situación comprando compulsivamente cosas que no necesitan, otras, consumiendo peligrosas drogas, o alcoholizándose hasta más no poder, o llevando una vida extremadamente violenta, o robando, no por hambre, no por necesidad, sino simplemente por hacerlo. Existen personas que, solo por aburrimiento, llegan al absurdo extremo de asesinar a la primera persona que se le cruza en el camino, o incluso, de quitarse la vida.

Hoy, como en tantos días, yo me siento aburrido, hastiado, deprimido, tedioso, fastidioso, abatido, desanimado, y unos cuantos sinónimos más por el estilo. Pero en lo único en lo que pude pensar en este soporífero y monótono momento fue en sentarme frente a la computadora, maltratar la vista, aporrear al teclado y ponerme a escribir cualquier puta cosa, lo primero que se me pasara por la cabeza, cualquier estupidez que se me ocurriera.
Esto, por ejemplo.

(Aún sigo aburrido, pero al menos aún no maté a nadie…)

sábado, diciembre 20

Películas de mierda


En el ciclo "Películas de mierda" que se realiza en el "Cine Municipal Ortofilms" todo el mes se proyectará "Te tuve en un tubo" (Sudán, 2006) del director Sudanés Melakomo Conarena. Este es un film de Ciencia Ficción que transcurre en el año 2070, en donde el mundo es gobernado en su totalidad por las mujeres y en el que los hombres son esclavos. Allí las mujeres no tienen más embarazos, ya que apenas el ovulo es fecundado se lo traslada a un tubo de ensayo en donde terminará su desarrollo. Por lo tanto, las futuras madres llevan consigo a todos lados (al trabajo, al shopping, a la peluquería, al gimnasio, etc.) a esos fetitos guardándolos en un coqueto estuche de cuero. El nudo de la historia se desarrolla en torno a una joven, quien rompe accidentalmente el tubo de ensayo de su bebé con un infortunado codazo, en medio de un partido de billar con sus amigas. Ella realizará una cruzada para lograr que todas las mujeres dejen la tecnología atrás y vuelvan a usar sus úteros para la gestación de los bebés. No les cuento el final porque es tan moquero que quiero que lo vean ustedes y se traguen ese bodrio como lo hice yo. El film cuenta con las actuaciones de Telapongo Depié y Agarra Mela de Unavez. Duración: 5 horas, 37 minutos. Subtítulos en coreano. Calificación: Incalificable...

viernes, diciembre 19

Tormenta de verano


La violenta tormenta de verano dejó sin luces a la ciudad, y las ráfagas de aire y agua inundaron mi asfixiante habitación. Encendí una vela, cerré las ventanas, y continué contemplando tu imagen en aquella foto que destruí mil veces, en esa misma fotografía que reconstruí mil veces también. Te sufro porque se que nunca, pero nunca, podremos quedar a mano, mientras tus recuerdos me lastimen de esta manera. Te extraño porque cada tanto, un enjambre de dulce nostalgia me ataca sorpresivamente. El hastío hoy habita aquí y se acostumbró a quedarse a mi lado, transformándose en un enemigo al que jamás pude llegar a odiar por completo.
Las ventanas de pronto se abrieron de un fuerte golpe y mi habitación se volvió a refrescar, pero el viento apagó la única vela encendida, y todo volvió a ser silencio y todo volvió a ser desolación.
Te extraño, hermosa y maldita muchacha, te juro por la luz de aquel relámpago que acaba de cruzar por el cielo, que te extraño a más no poder…

miércoles, diciembre 17

La verdad


Nadie soporta la verdad, aunque todos fingimos quererla conocer. Tememos muy secretamente el momento en que el fuerte viento comience a soplar, descargando sobre la tierra sus pulmones bien hinchados, limpiando así aquella arena que oculta las certezas, descubriendo al sol los rastros de lo cierto, de lo concreto. De a poco comenzará a caerse aquel castillo de naipes que entre todos ayudamos a levantar, cuando cada uno de nosotros fue colocando una mentira sobre la otra, un engaño contra una desesperanza, una falacia apoyada sobre una traición. Nunca comprendimos que una mentira piadosa no deja de ser una mentira, que una mentira blanca en realidad es más oscura que la misma noche.
En este momento, la gente puede ver como sus cabellos se despeinan debido a la brisa que sopla suavemente desde el sur. Y todos comienzan a mirarse entre ellos, y todos comienzan a temer que esta obra de teatro termine y que todo se revele. No, nadie soportará la verdad, ni tú, ni yo, absolutamente nadie…

lunes, diciembre 15

El que lee


“El que lee es puto”. Así rezaba una leyenda escrita en la pared de una casa abandonada. No se puede decir precisamente que el muchacho que utilizó ese aerosol tenía mucho por decir. Es más, tranquilamente podemos afirmar que ese chico es, aparte de un estúpido homofóbico, un soberano pelotudo. Menos mal que al poco tiempo, otra mano anónima también armada con un aerosol negro, tachando la palabra “puto” y cambiándola por otra, reformuló la frase. En la pared de esa casa abandonada ahora puede leerse lo siguiente: “El que lee es culto”. Al menos, este otro chico si tiene algo interesante por decir.

domingo, diciembre 14

Beso


No puedo más que decir la verdad, confesar que me es imposible resistir la inercia que me lleva intempestivamente hacia tu boca, confesar que intento por intermedio de los labios, transmitirte la maldición de mis sueños más locos y afiebrados para hacer que la dulce humedad duerma cada noche en tu cuerpo.
Por eso bésame, que la ansiedad ha llegado a doler, de tanto desear probar el adictivo estimulante que guardas en tu alma.
Por ello acércate, que por demasiado tiempo he sido un fantasma errante, un ánima en pena, que cada noche ha murmurado palabras en tu dormido oído.
Y por Dios llámame, que cada noche muero esperando el amanecer, anhelando estar por toda la eternidad enterrado junto a ti, bajo esas cálidas sábanas blancas de tu cama.

sábado, diciembre 6

La Santa


La abuelita encendió la vela luego de tres intentos frustrados y la dejó sobre un cenicero de color dorado, encima de un viejo cajón de manzanas que le servía de mesita de luz. Sus manos huesudas y temblorosas apenas podían sostener la caja de fósforos. Afuera hacía frío y su humilde casucha era casi una heladera, al igual que la mayoría de esas precarias viviendas que estaban construidas en ese barrio marginal. Y para empeorar las cosas, se había cortado la luz. Quizás el transformador de la cuadra se quemó debido a todas las conexiones ilegales realizadas por los habitantes de esa villa miseria. Quizás el cable con que estaba “enganchada” a la línea se había descolgado por el viento. La abuelita tomó una estampita de Santa Rita, la hacedora de milagros, y la colocó detrás de la vela. Ahora la lumbre no solo iluminaba su habitación, sino que también servía de ofrenda a la santa. “Santa Rita, Patrona de los milagros, por favor ayuda a mi nietito que está en la cárcel, ayuda a mi hijo a conseguir trabajo, dale salud a mi pobre hijita, Santa Rita, por favor, ayúdanos… Amén”. La viejita se persignó respetuosamente y se secó las lágrimas de su arrugado rostro. El viento soplaba fuerte y esa casita hecho de maderas y chapas apenas podía resistir los furiosos embates del gélido aire.
La abuelita tomó un rústico rosario de madera que había sido de su madre y del que nunca se separaba, y se puso a rezar nuevamente ante la estampita. Ahora pidió por su salud, para que pudiera llegar sanita a la semana próxima para poder festejar su cumpleaños número setenta y cinco junto a su familia. Y pidió también por la salud de sus tres hermanos, aunque hacía años que no los viera y ni siquiera tenía alguna noticia de ellos. La abuelita luego cenó una aguachenta sopa, tomó todos sus remedios, preparó una bolsa con agua caliente para calentarse los pies y bien abrigada, se acostó. Escuchó algo del noticiero de la radio, hasta que las pilas terminaron de agotarse, y se durmió rápidamente, escuchando el silbido del viento entre las ramas de los árboles.
Al día siguiente, los bomberos lucharon durante horas hasta que pudieron apagar el impresionante incendio que devoró cinco viviendas precarias de la villa miseria.
El fuego comenzó en la vivienda de la abuelita, cuando el viento que se colaba por algunos resquicios de las paredes de madera volteó la vela, que desafortunadamente cayó encendida sobre una pila de ropa que se hallaba en el piso. Las llamas se propagaron con velocidad. Sobre la cama, los policías pudieron encontrar el cuerpo calcinado de la anciana. Quizás, ella nunca se dio cuenta del incendio. Los forenses opinaron que ella ya había muerto antes debido a la asfixia ocasionada por el humo.
Lo que aún no se pudieron explicar y que probablemente nunca logren saber, es porque ese viejo rosario de madera que la viejita tenía aferrado entre sus manos no se quemó, tal como lo hizo el resto de la casa. Tal vez, ese fue el único milagro visible que pudo realizar la Santa aquella terrible noche…

viernes, diciembre 5

Instante

"Persistencia de la memoria" - Dalí


ACLARACIÓN: Vi como un millón de películas y de series de televisión que trataban sobre este tema (el mejor de todos, el capítulo de Los Simpsons). Todos ellos lograron buenas historias, entonces es lícito pensar: ¿Para que mierda escribir otra vez sobre lo mismo, con el agravante de que esta no es una buena historia? ¡Y qué se yo! Lo único que se es que me sobra el tiempo…

Me encontraba sentado en un banco de la plaza, solo, cansado, aburrido. No tenía nada que hacer y solo estaba allí intentando matar el tiempo. ¡Vaya paradoja que encierra esa frase! ¡Yo “matando” al tiempo! Miré mi reloj por enésima vez y comprobé que las agujillas se habían detenido. “¡Maldita Pila!”, fue lo primero que pensé. Y comencé a darle un par de golpecitos para ver si así podía hacerlo funcionar nuevamente, pero no hubo caso. El reloj se clavó a las 5 y 53 de la tarde. Me lo quité de la muñeca y lo guardé en un bolsillo del pantalón, y me levanté de allí dispuesto a realizar una breve caminata por el barrio. Y apenas eleve la mirada, me puse a contemplar detenidamente a mi alrededor, inquieto por un detalle muy particular: ¡Hacia ya un rato que no se escuchaba ningún tipo de ruido! Ningún sonido, ninguna voz, ningún ladrido, ni el estallido de un caño de escape, ni el ronquido de un motor, nada de nada… “Me estoy quedando completamente sordo”, me dije resignado, y comencé a caminar rumbo a la avenida. Cuando crucé la calle, pude ver que todos los autos, motos, camiones, ómnibus, bicicletas, todos, se encontraban totalmente inmóviles. En la vereda de enfrente la gente se encontraba estática, como petrificada, y daba mucha impresión ver como una niña que estaba saltando una soga, había quedado suspendida en el aire, como si estuviera colgada de unas cuerdas invisibles, al igual que unas cuantas hojas que se habían desprendido de las ramas de los viejos árboles y que también levitaban mágicamente ante mis ojos, sin llegar nunca a tocar el suelo. No soplaba el viento, no volaban moscas, un avión había quedado congelado en el cielo, los pájaros estaban en el aire sin aletear, sin moverse de ese mismo punto. El chorro de agua que salía de la fuente de la plaza, también había quedado detenido, describiendo una curva que daba la impresión de ser en realidad un fragmento de hielo, pero que al tocarlo, podía darme cuenta de que aún continuaba en estado líquido, por más que esa agua no se escurriera entre mis dedos. Todo estaba quieto como si fuera una foto, un cuadro, una postal.

Todo se encuentra aún tan quieto como antes, hasta puedo pasar entre medio de la gente que se encuentra inmóvil como si fueran estatuas, y gritarles y tocarles y golpearles, y aún así no despiertan, no salen de este embrujo y continúan con sus ojos abiertos y brillosos, pero sin ningún señal de vida. No se cuanto tiempo pasó, porque el sol nunca dejó de estar en el mismo lugar, pero calculo que ya debe haber pasado algo así como un día, o un día y medio. “¡Estoy completamente loco!” pensé, y lo peor de todo es que no existe nadie en el mundo que puede curarme…

El tiempo se había detenido para el universo que me rodeaba, pero no para mí, ya que seguí envejeciendo tal como lo haría en el mundo “normal”. Muchas veces intenté suicidarme, pero al final nunca tuve el valor necesario para realizarlo. Ahora estoy viejo, senil, loco, triste y soy el hombre que mas ha estado en soledad en toda la historia de la humanidad. Daría cualquier cosa por volver a escuchar otra vez el sonido de un ser vivo, por ver algo moverse por si mismo, por su propia voluntad.
Pretendía matar el tiempo, haciéndolo correr en vano, y lo único que logré es que se detuviera para todos, quizás hasta el momento en que llegue mi muerte y todo vuelva a la normalidad. O quizás, todo continúe así por toda la eternidad. No se que va a suceder. Solo se que mi reloj aún marca las 5 y 53 de la tarde.

miércoles, diciembre 3

La pasión de Jesucristo


Aquel año, el centro vecinal del barrio quiso hacer una especial celebración del tradicional día de Pascuas. La comisión directiva pensó en poner en escena una obra teatral que representara el calvario de Jesucristo para reinstalar en la comunidad el espíritu cristiano que últimamente había perdido y, porque no, de paso juntar unos pesitos con lo que se recaude con las entradas y las ventas de empanadas, vinos y huevos de chocolate. Había que techar una parte del salón de eventos y cualquier forma de generar recursos era válida en ese momento. Allí surgió uno de los escollos a sortear por los organizadores: conseguir un actor que fuera parecido a Jesús, que lograra actuar lo más dignamente posible y que, por sobre todo, lo hiciera de forma gratuita. En el mismo centro vecinal se hizo un casting con algunos vecinos del barrio pero ninguno de los que tomaron la prueba daba con el perfil que buscaban. Algunos eran demasiado obesos, otros eran demasiado petisos. El día de la representación se acercaba y no lograban hallar por ningún lugar a una persona que pudiera hacer un “Jesús” medianamente creíble. Al comenzar la semana santa, un miembro de la comisión del club se encontraba en el centro de la ciudad haciendo unos trámites cuando, de casualidad, vio asombrado a un extraño individuo cuyo físico lo impacto. El sujeto era de elevada estatura, delgado, tan delgado que le sobresalían las finas costillas, llevaba el cabello largo, oscuro y con pequeñas ondas que le tapaban el rostro y tenía una gran barba, espesa e imponente. Ese tipo, podría haber sido un hippie en los años sesenta, pero él era solo un linyera del siglo veintiuno, un indigente que en ese momento se encontraba revolviendo la basura en busca de cartones, algo de bronce, cobre, aluminio… Ese cartonero era el actor que estaban buscando, ni más ni menos que su “Jesús”. Aquel señor que integraba la comisión del centro vecinal se le acercó lentamente, intentando no aspirar el nauseabundo hedor que emanaba el mendigo, y le preguntó ansioso y entusiasmado: “Disculpe señor, ¿usted estaría dispuesto a hacer un trabajo muy especial? Le pagaríamos con una docena de empanadas criollas, bien calentitas y picantes, y un par de botellas del mejor vino tinto de Mendoza. ¿Acepta? ¿Qué me dice?”. El linyera lo miró como si no hubiera entendido ninguna palabra de lo que le acababa de decir, pero inmediatamente comenzó a mover la cabeza de arriba abajo con rapidez, aceptando el trabajo sin tener la menor idea de en que consistía y sin ponerse a discutir si la paga ofrecida era demasiada exigua. Y es que obviamente, ya hacía un buen tiempo que ese pobre mendigo no probaba una comida decente. El señor de la comisión le pidió que lo acompañara hasta la cochera a buscar el auto y marcharon rápidamente a las instalaciones del club, no solo para comenzar lo mas pronto posible con los ensayos de la obra, si no también para meterlo cuanto antes bajo las duchas, porque el tipo apestaba de veras. Cuando el linyera al fin entendió de que se trataba el trabajo, no quedó muy convencido que digamos. Pero su estado de ánimo cambió cuando el resto de los miembros de la comisión del club, al verlo y quedar impresionados por su imagen, comenzaron a tratarlo como a un importante señor, llenándolo de bellos regalos, ricas comidas y dulces vinos. El linyera “Jesús” de esta manera comenzó a sentirse cada vez más a gusto con su nuevo oficio. Cuando llegó el trascendental día domingo, todo el barrio concurrió al club para ver la representación de “La Pasión de Jesucristo”. La comisión del centro vecinal desbordaba de alegría por todo el dinero recaudado y la gente se emocionaba con la obra ya que el “Jesús” que se encontraba sobre el escenario estaba tan bien personificado que ante cada latigazo que los “soldados romanos” le propinaban en la marcha de su calvario, las ancianas y los niños comenzaban a llorar desconsoladamente, mientras que los adultos seguían las escenas prestando mucha atención y sin pronunciar ni una sola palabra, ya que sentían un nudo en la garganta debido a la emoción que los embargaba. Cuando llegó el momento de la crucifixión, los espectadores ya no pudieron impedir que las lágrimas corrieran por las mejillas y en el instante cumbre en que Jesús muere, más de uno se persignó como si lo que estaba sucediendo en el escenario hubiera sido real. Nadie del público sabía que ese actor era en realidad un simple mendigo, uno de esos tantos que deambulan por las calles y que todos evitan acercarse y mucho más aún, ayudarle. Si lo hubieran visto una semana atrás con su aspecto de siempre, seguramente toda esa gente lo hubiera echado a las patadas del club, y hasta hubieran llamado a la policía para que encarcelaran a esa lacra de la sociedad, a ese demente que se resiste a integrarse al sistema, a ese degenerado, a ese criminal. Pero ese día, el mendigo era “Jesús”, por eso, en el momento en que desde arriba de la cruz el mendigo dijo: “Todo se ha cumplido” para luego inclinar su cabeza y exhalar su último suspiro, el cielo, en plena tarde soleada se oscureció por completo, mientras que truenos, relámpagos y temblores hicieron huir espantados a todas las personas que se encontraban en ese lugar.

martes, diciembre 2

El cocodrilo y yo


Un mensaje para la gente del canal National Geographic: ¡Aquí tienen a su nuevo Cazador de Cocodrilos! No basta más que ver el valiente rictus que su servidor esboza en la foto, para convencerse de que yo soy el hombre adecuado para el programa. Si bien aquí en Córdoba no hay cocodrilos, ni yacarés, ni caimanes, ni gaviales, ni nada de eso, hay al menos en nuestras sierras unas iguanas gigantescas tipo Godzila que mejor ni les cuento. Quizás con esa referencia sea suficiente. ¡Ah! Me olvidaba. Espero que la paga sea buena. Pasa que la crisis económica ya llegó por estos lares…